Muchas veces uno escucha la siguiente frase: este es un buen profe, o también lo contrario, pero ser buen o mal profesor lo determina al menos en lo teórico desde que punto de vista paradigmático se evalúe al profesor.
Depende desde que paradigma se esté analizando o mejor dicho, que paradigma sea el que el profesor en cuestión es el que está aplicando. Por ejemplo si estuviésemos frente a un profesor que aplica el paradigma técnico, el mejor profesor para ese paradigma será aquel que maneje gran capacidad de conocimientos, desde el punto de vista del proceso de enseñanza, el profesor que cuente con más aptitudes y habilidades relacionadas a la forma de entregar los conocimientos. Las habilidades que se le piden al profesor están más ligadas a como llevar los contenidos durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, mientras que en el paradigma técnico se premia el saber del profesor.
Para aquel profesor que aplica el paradigma práctico, deberá contar con habilidades tales como: capacidades personales (persuasión, simpatía, el buen trato con los alumnos, amabilidad, etc.) y por su puesto que maneje los contenidos de buena manera.
En el paradigma socio-crítico el buen profesor será aquel que logre en los alumnos crear ese sentido crítico que busca el paradigma.
Ahora, personalmente, como lo he dicho en muchas oportunidades, me siento muy identificado con el enfoque de la escuela humana, esa en donde el alumno es lo primordial, en donde el alumno importa más que el resultado.
Bueno si consideramos los principios de este enfoque creo que las cualidades que debe tener el profesor para que sea considerado como un buen educador son las que están relacionadas con la calidad humana.
Sencillamente, creo que el profesor es el gran modelo en que mucho de los alumnos ven en el alguien en quien confiar, una buena persona, quizá un padre. Aquí quisiera contar una experiencia que tuve la oportunidad de conocer y que me es muy agradable de exponer. Resulta que cuando yo estudiaba en la enseñanza media en el liceo Arturo Alessandri Palma (en Longaví), tuve un amigo que no tubo papá (en realidad el no lo conocía por que los había abandonado cuando él era muy niño todavía) y ocurrió que un profesor (excelente profesor) de Lenguaje, que era muy querido por nosotros por su gran simpatía y buen humor, comenzó a preocuparse de mi amigo, tanto así que el me confesó que lo sentía como si fuera su padre. Mi amigo no era un gran alumno, pero con el paso del tiempo los concejos del profesor y su apoyo hicieron que él lograra ser uno de los primeros en la clase.
Esto me hace pensar, si pudiéramos lograr tal cercanía con nuestros alumnos quizá sea esto lo que más incidiría en su enseñanza, llegando a crear un compromiso con el profesor por mejorar en lo académico, pero talvez lo más importante mejoraría la calidad humana de los alumnos, ya que en realidad nuestra gran meta es crear hombres de bien para la sociedad.
Por lo tanto el profesor que logre ser un buen ejemplo para sus alumnos, aunque no domine todos los aspectos de su rama es un buen profesor (por lo menos así lo veo yo), aquel que los incentive al punto de apasionarlos por su materia se a ganado la categoría como un buen profesor.
Cuando uno pasa por la escuela y luego pasado el tiempo trata de recordar a sus profesores, lo que generalmente recordará será esas pequeñas cosas que el profesor hizo por su curso, la preocupación que tenía por ellos, su humor, sus anécdotas, etc. Uno recordará más que los contenidos trataos por el profesor, su calidad humana y sólo dirá dependiendo de las acciones de este… “ese era un buen profesor”…